Hace un par de semanas estuve recorriendo la costa patagónica junto a mi familia. El plan inicial era llegar a Madryn e instalarnos, dejar las pertenencias y comenzar a pasear. Y eso fue lo que hicimos. Kilómetros y kilómetros de ruta hacia el sur y al norte; horas y horas en la estepa infinita y el místico monte. Una experiencia más que natural.
Ya me había pasado en un viaje anterior, la naturaleza se expresa salvaje ante los ojos del visitante distraido, sumergiéndolo en el más hermoso de los sueños. La soledad de la Patagonia se siente y hace a uno reencontrarse con su naturaleza, con su espíritu.
Uno de los puntos visitados fue, justamente, Punta Tombo. Hacía rato que no iba allí y lo que encontré me emocionó como la primera vez que lo vi. Esos seres rarísimos, cual extraterrestes, caminando tórpemente por el lugar, gritando y frotando sus picos unos con otros. Estaban preparándose para emigrar. Los más jóvenes cambiando el plumaje, casi listos para partir.
Cerca de 2 millones de Pingüinos de Magallanes (Spheniscus magellanicus) se dan cita en Tombo cada año para reproducirse, llegan en septiembre y parten en abril, aproximadamente. Se trata de la mayor colonia continental de esta simpática especie.
Claro que la reserva no sólo protege a los pingüinos, sino a la colonia de aves marinas más diversa de la Argentina.
También paseamos por Península Valdez. Hermoso escenario. Cubierto de una fauna increíble y conspícua: Maras, guanacos, lobos y elefantes marinos, armadillos.. un sinfin de "bichos" vistosos. Aunque debo admitir, nos quedamos con ganas de ver orcas, que estaban por ahí, se habían visto durante la semana, pero no tuvimos suerte con ellas.
Un paseo hermoso, compartido en familia (que suma aún más puntos) y con un paisaje "de pelos"!! RECOMENDADÍSIMO!!!
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