escrito para el COA Diucón Comarca Los Alerces
Difícilmente encontremos un ave con más simbolismo que el
Cóndor Andino (Vultur gryphus) en
nuestro país, de hecho, a pesar de que su distribución no coincide con áreas de
gran población como sí lo hace la del famoso Hornero, compitió con éste cabeza
a cabeza por el título del Ave Nacional Argentina que fuera otorgado después de
una encuesta en instituciones de todo el país allá por el año 1928.
La majestuosidad de los cóndores no se compara con nada y
podemos garantizar que cualquier encuentro que uno tenga con un cóndor en
libertad quedará grabado en el alma para toda la vida. Pudiendo ser incluso una
experiencia transformadora si este encuentro se da en el ambiente y el momento
indicado, como en la altura de una montaña alejada de la sociedad.
Para muchos se trata del ave voladora más grande del mundo,
aunque ese título está en disputa dependiendo del parámetro que se tome para la
medición, habiendo diferentes especies que ostentan el récord de envergadura
(la distancia de punta a punta de las alas extendidas), peso o altura. Sin dudas
se lleva el primer puesto entre las aves planeadoras de nuestra región siendo
mucho mayor que sus parientes más cercanos, los jotes, y que otras especies con
las que comparte hábitos como águilas y caranchos por ejemplo.
La cabeza desnuda de los cóndores está contorneada por un collar
blanco espumoso que la separa de un cuerpo negro y enorme. Cuando gira en vuelo
se le puede ver un manto blanco que tiene en las alas. A diferencia de lo que
mucha gente cree, el collar blanco no es exclusivo de uno de los sexos, en
cambio las diferencias pasan por que el macho tiene una cresta sobre el pico
(inmortalizada por el personaje de historietas Condorito) que la hembra no posee, además de tener esta última los
ojos rojos a diferencia de los ojos color café de los machos. Los juveniles
suelen ser por completo oscuros de tonalidad marrón, definiéndose el patrón de
color blanco y negro en la adultez.
Entre sus características más importantes se encuentra sin
duda su tipo de vuelo, el planeo continental, que se basa en el aprovechamiento
de las corrientes térmicas y los vientos para desplazarse y ganar altitud con
un mínimo esfuerzo, casi sin aletear. Por esto posee unas alas largas y anchas
con las que aprovecha al máximo las corrientes de aire caliente ascendente,
comúnmente llamadas térmicas, gana
altura volando en círculos sobre ellas para lanzarse luego en planeos
descendentes con los que ganan distancia hasta encontrar otra térmica o llegar
a su destino. Este tipo de vuelo tiene la desventaja que es necesario un clima
específico para poder despegar de los posaderos o incluso del suelo después de
alimentarse. Para esto último es necesario contar con un viento suficiente que
le permita elevarse sin necesidad de aletear demasiado. Del mismo modo, como
las térmicas se producen por el calentamiento del suelo a través de la
radiación solar, son más frecuentes en horas del mediodía donde esta radiación
es máxima, por lo que será más común encontrarlos en vuelo en estos horarios.
La segunda característica clave que describe la vida de los
cóndores es su hábito alimenticio. Se trata de una especie carroñera, es decir,
que se alimenta de animales muertos y en estado de descomposición. Posee la
cabeza libre de plumas, de este modo se mantiene limpia y sin infecciones aún cuando
la introduce dentro de los cadáveres putrefactos para alimentarse. Es el
carroñero más poderoso de la región por lo que es quien abre los cueros
permitiéndole acceder al alimento a otros carroñeros menores como jotes,
caranchos, chimangos e incluso águilas. Esta función es clave en los
ecosistemas dado que literalmente limpian el ambiente de focos infecciosos, lo
que ha servido
a los científicos para identificar al grupo al que pertenecen junto con los
jotes: los catártidos (del griego kátharsis, purificación).
Los cóndores han sido históricamente eliminados por
campesinos y productores, por la falsa creencia de que se alimentan del ganado,
cuando en realidad no poseen la capacidad física de cazar, sus garras son débiles,
casi atrofiadas, sin posibilidades de agarrar una presa, su pico nunca podría
desgarrar carne que no esté en estado de putrefacción ya que es rudimentario en
comparación con el de las águilas, por ejemplo, que son aves cazadoras y se
alimentan de animales recién muertos. Lamentablemente, la equivocada fama de
cazadores que poseen, junto con el envenenamiento que sufren al alimentarse de
los cebos que se usan en el campo para zorros y pumas (que sí se alimentan de
ganado) hacen que su presencia en la estepa haya retrocedido mucho en el último
siglo. Cien años atrás los cóndores sobrevolaban la estepa en toda su extensión
llegando incluso hasta la costa del atlántico, hoy su distribución en Patagonia
está restringida a unos pocos cientos de kilómetros cercanos a la Cordillera de
los Andes. En el norte del continente sudamericano, al límite de su
distribución, es tan escaso que está prácticamente extinto de algunos países
como Venezuela y Colombia. Si esta tendencia se mantiene es probable que la
Patagonia se convierta en uno de los últimos reservorios de cóndores del mundo,
estará en nosotros luchar por su defensa y su conservación. Las herramientas de
las que disponemos son tan pocas como eficientes, con la educación como
principal recurso para que esta magnífica especie, símbolo de nuestra región,
sea reconocida, admirada, y cuidada por todos.